Y volverán a mí los ojos
Con lagrimes lacustres
y sal infértil de arena.
Temblaran las manos
Por ser del cuerpo
En un lenguaje equidistante
Del cerebro.
Las piernas lloraran
De no tener sustento en los huesos
Y se ahorcaran las venas
Con sangre en invierno.
Los tendones relajados
No podrán sujetar
Los vestigios del alma.
Las finas cuerdas
De sonidos mudos
Volaran al viento
con un aliento putrefacto,
Estupefacto,
no latente,
De un ser inerte
El cuerpo será ceniza
De un incendio de dolor,
Las extremidades quedaran
Aisladas y funcionaran
El templo corporal
Se retorcerá en su agonía.
La lucidez no contara más con el sol,
Aquellas corneas serán profanadas
Y consumidas por un fuego potente de razón;
Ciego quedara el cerebro
de emociones,
ciego quedaran los nervios
que rodean la pasión.
Volaran así los escombros del corazón aun palpitante,
Y con latidos de guerra se defenderá,
Pero en aquel infierno,
Tan quejumbroso
Su último palpitar
Será un suspiro del alma
Será voz sin clamar.
Y en eterna angustia
Quedará el hombre mutilado
Quemado,
Desarmado,
Desahuciado,
Sin lógica de su razón
Ya no habrá vida,
no habrá angustia,
no habrá idea ni política,
no habrá intercambio ni transacción,
no habrá hombre,
no habrá humanidad,
no habrá nada;
solo quedara el mundo
en polvo volcánico,
que habrá cubierto
y calcinado los restos
de lo que algún día,
alguna inteligencia
concibió como el amor.
Erick Aldy.
20/01/2011
